La oficina de farmacia es un establecimiento sanitario y como tal, está totalmente legislado aunque las leyes se cambian de forma muy rápida adaptándose a las novedades que poco a poco van surgiendo.

Además de los reglamentos o las leyes de ordenación farmacéutica de cada comunidad autónoma, el farmacéutico para regular sus actuaciones diarias en la botica de una manera estandarizada tiene que apoyarse de una serie de protocolos.

En una farmacia, además de vender medicamentos y productos sanitarios, el farmacéutico tiene que dar también consejo a sus pacientes: darles las indicaciones oportunas para el abordaje de distintas enfermedades y explicarles cómo usar correctamente los medicamentos. La misma operativa sigue en el caso de la propia organización interna de la farmacia.

En este sentido, poco a poco van surgiendo protocolos de actuación para el farmacéutico que sirven como hoja de ruta para el abordaje de determinadas enfermedades desde su mostrador. ¿En qué consisten?

¿Debe contar el farmacéutico con protocolos de actuación?

Los protocolos son documentos escritos que ayudan al farmacéutico a normalizar y estandarizar su práctica profesional. Gracias a este apoyo, como hemos indicado, el farmacéutico puede tener una orientación clara que le facilite tanto la gestión de su botica como la atención de los clientes-pacientes.

De cara al paciente, el farmacéutico tiene acceso a protocolos para atender correctamente a su paciente en cuanto:

  • al uso de mucolíticos
  • para tomar la presión arterial
  • tratar problemas dermatológicos
  • ortopedia
  • dermofarmacia
  • en óptica
  • y acústica…

Pero antes de emplear ningún protocolo, el farmacéutico tiene que determinar correctamente cuál es el problema de salud sobre el que se tiene que sistematizar su actuación como profesional. Para dar con el diagnóstico adecuado tiene que tener presente una serie de variables como:

  • la frecuencia con la que se da ese problema de salud
  • complejidad a la hora de evaluar los síntomas
  • o el índice de automedicación que por lo general la población invierte en la automedicación para determinada patología.

La organización de la propia farmacia

En cuanto a la organización de su propia farmacia, los farmacéuticos tienen que saber cómo conservar correctamente los medicamentos, tramitar sus pedidos, reglas de comunicación con el cliente-paciente o incluso cómo gestionar crisis en las redes sociales…

En definitiva, con unos protocolos bien definidos se puede ayudar al farmacéutico a tener claros todos los procesos, a enlazar unos con otros, a involucrar al equipo de su farmacia a mejorar continuamente la farmacia, a mejorar la fidelidad con el cliente a la delimitación de tareas, a determinar la protocolización de la limpieza del local y sus utensilios, a cumplir parámetros para certificar la calidad, a ser más exigentes con la organización y, en definitiva a favorecer el buen hacer en la farmacia.

Para que tengan validez, normalmente estos protocolos se materializan en un libro de texto que estará en constante actualización, que sea de fácil consulta para el farmacéutico y todo su equipo ya que sus indicaciones recuerdan la manera de proceder en cada actividad que se realiza en la farmacia y a reaccionar frente a cualquier eventualidad. Como conclusión podemos determinar que una farmacia con protocolos bien elaborados se beneficia de un aumento de la eficacia y por consecuencia un aumento de ingresos y cuota de mercado.

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