La farmacovigilancia es la actividad encargada de detectar, identificar, cuantificar, evaluar y prevenir los posibles efectos adversos que puede tener un medicamento. Su principal objetivo es controlar todos los efectos secundarios y la eficacia que tienen los medicamentos, una vez se comercializan. Además, su deber es ofrecer información sobre cualquier sospecha de reacciones adversas que puedan darse en un medicamento. Así como servir para tomar medidas reguladoras concretas en caso de que hayan aparecido o se hayan detectado reacciones adversas, contemplándose incluso la retirada del mercado del medicamento en cuestión.

De este modo, toda la labor de vigilancia y la gestión de los riesgos que pueden estar asociados a los medicamentos se lleva a cabo en España, de una manera coordinada, a través del Sistema Español de Farmacovigilancia de Medicamentos de Uso Humano (SEFV-H), que a su vez está integrado por la Agencia Española de Medicamentos (AEMPS), los centros autonómicos de Farmacovigilancia y los propios profesionales sanitarios.

Hay, en total, 17 centros autonómicos de Farmacovigilancia y están adscritos a la Dirección General de Salud Pública de la Consejería de Sanidad que corresponda en cada autonomía. Una de sus herramientas para ese control de las reacciones adversas es la llamada tarjeta amarilla en la farmacovigilancia.

La tarjeta amarilla

La tarjeta amarilla es una tarjeta para notificar las reacciones adversas. Es, en realidad, un formulario en el que se recogen los datos mínimos que son necesarios para poder evaluar cualquier relación de causalidad que pueda existir entre un medicamento y una reacción adversa. Sin embargo, aunque se recogen todas las reacciones adversas, el objetivo principal de la tarjeta amarilla en farmacovigilancia es poder comunicar, recoger y evaluar las notificaciones de todas las sospechas que pueda haber en torno a reacciones adversas que sea no conocidas o estén poco documentadas. Es, según muchos expertos, el método de farmacovigilancia más eficiente para identificar todos los nuevos riesgos que puedan surgir en torno al uso de medicamentos.

Dependiendo de cada comunidad autónoma, la tarjeta amarilla puede encontrarse como formulario telemático o en papel, articulándose éste como una hoja para la recogida de datos editada en color amarillo, de ahí su nombre.

Está distribuida por el Centro Autonómico de Farmacovigilancia y se dirige a los profesionales sanitarios de cada comunidad (médicos, dentistas, farmacéuticos o profesionales de la enfermería), a quienes se les permite que notifiquen las reacciones adversas observadas.

Sin embargo, tal y como se indica en la Comunidad de Madrid, desde enero de 2013, año en que se implementó la Directiva Europea de Farmacovigilancia, los ciudadanos también pueden notificar efectos adversos a través de Internet.

Tarjeta verde en farmacovigilancia

En el caso de los medicamentos veterinarios, también encontramos un sistema de notificación. Se trata de la tarjeta verde. La notificación de efectos adversos de este tipo de medicamentos puede realizarse tanto por los profesionales sanitarios como por parte de los propietarios de los animales. Se puede enviar a la Agencia del Medicamento o a Vigia-vet, la base de datos nacional de farmacovigilancia.

Desde 2023, además, a nivel veterinario se cuenta también con Notifica-vet, una web que permite que tanto los profesionales sanitarios como el ciudadano de a pie, pueda notificar directamente y por vía electrónica, las sospechas de efectos adversos que hayan detectado en medicamentos veterinarios (tanto en animales como en las personas) o bien en medicamentos de uso humano que hayan sido consumidos o aplicados en animales.